Por Carol J. Angel
A Martina le quedan 6 meses de vida.
Empezamos como todas las historias románticas han comenzado. Un día normal para todos pero no para los protagonistas que agotados cada uno con sus vidas, decidieron mandar todo al carajo y subirse a un avión con el fin de olvidarse de todo y empezar de nuevo. Sin saber que significa realmente la palabra «empezar».
Martina, ella en realidad viajaba a poner fin a una relación de bastantes años que infructuosamente se había extendido en el tiempo con una elasticidad de chupón de caucho de guardería rusa. Una relación a la que no le cabía más tedio y aburrimiento, nada más el hecho de decir el nombre de su ex-pareja ya era síntoma del más grande malestar universal. Un tipo que no tenía más sentido en su vida que el movimiento de un segundero en un reloj de cuerda. Eso sin más tildes y agregados, se resume el significado de la existencia de «ese tipo.»
Ella en cambio, para resumirla no es suficiente la enciclopedia británica. Para hablar de Martina hay que invitar estudiosos de la ciencia, como por ejemplo, estudiosos de la biología, investigadores sociales, analistas financieros y críticos de arte. Martina es tan compleja, que la misma complejidad se arrodilla para poder entenderla, y aún no lo consigue. Es más, sería un buen conejillo de indias para un estudioso como Stephen Hawkig, ese que se dedica a encontrar en detalle, el significado de los hoyos negros y de gusano en el comos.
Martina, solía vivir entre dos países durante los últimos 4 años. Su país de origen y el adoptado por estudios. Llevaba una vida muy agitada, desequilibrada, agotadora en sí misma. Viviendo también una vida prestada que muchas veces no podía diferenciar si estaba allí o allá. Este sería su último viaje hacia el país adoptado ya se lo había prometido en su corazón. Tan así podía haber sido, que se prometió no estar por más de 2 meses. Sin embargo, los hilos invisibles, esos por los cuales aveces queremos dejar de existir, ya que no tener el control sobre las cosas nos hace dudar de que sean para bien, pues la realidad constante nos ha mostrado que no tener el control de las cosas significa que todo va mal y puede ir más mal. Pero eso no fue lo que le comenzó a suceder a Martina una vez que conoció a Carlo, o sí?
Carlo también viajaba, pero diferente de Martina. Viajaba hacia su país de origen a quedarse de tránsito por unos meses mientras viajaría a su país adoptado en el que ha permanecido durante los últimos 5 años. Aunque muy adentro de su ser sentía nostalgia de su país de origen, reconocía que estaba hecho mierda y que trabajar para ganar buen dinero y tener la vida cómoda a la que se había acostumbrado en Europa, le resultaría más un chiste de naiv que una posibilidad de «nueva vida.» Pero, también le pasaría lo mismo, los hilos invisibles lo tocaron, lo ataron, y lo llevaron a encontrarse con Martina.
Carlo y Martina, dos sujetos en un aeropuerto con vuelo atrasado. Así comienza esta historia romántica de dos sujetos que atascados en sus vidas, deciden lanzarse en carcajadas hacia un nuevo horizonte. Carlo equivoco su silla a propósito. Se sentó en la silla al lado de Martina quien se había despertado el día anterior a las 5 am a reservar su asiento en el avión -las reservas se hacen con 24 horas de anticipación- a ella le gusta sentarse al lado de la ventana para contemplar el paisaje y despedirse momentáneamente de su paisajes conocidos, su lugar de origen. Carlo la había visto en la sala de espera, le había llamado la atención toda ella. Su forma de caminar, su cabello negro, su sonrisa, sus gafas de sol, su estilo, su moda, su garbo. Y al verla que la silla de al lado de ella estaba vacía, se sentó sin preguntar nada, rogando que nadie fuera a reclamarle por el «error.» Hablaron, rieron, compartieron, jugaron, cantaron -me haces un masaje en el cuello que estoy cansada-le dijo ella; y él muy excitado y nervioso, se aproximo a su cuello oliendo su cabello recogido en cola de caballo y allí pidió un deseo -esto se lo confesó él a ella mucho tiempo después-
continuará.