¡Un día el gran amor tocaría a su puerta!
Por Carol J. Angel
-¡voy! (grito misterios) ¿quien osa venir a mis aposentos a tan altas horas de la sopetona mañana sabanera?
-soy yo, tu amor (dijo… Lucy… Lucrecia) tu amor perdido en el jardín de los infantes sangrantes… ¿te acordás? te ví en face… y que lindo y grandote que estás… y… y… ¡oye! abrí la puerta o te la derrumbo!
-VOY (grito misterios de nuevo) ¿quien? ¿que? ¿donde? (y lentamente abriendo de par en par la puerta que los separaba, un suspiro sangriento de amor le rozo la orejita a Lucrecia)
– ¡hola sangrón lindo! (muac…) te acordás de mí… la que cada vez que la mirabas se ponía a llorar?
-como olvidarlo… si por eso no pude volver al cole, es más, ni salí de mi casa, nunca más.
– lo siento. Todos estos años… pensé que te habías ido del país… de la tierra… Pero gracias al face, te vi y no pude resistir la tentación de buscarte y decirte que, siempre, siempre, desde niña y hasta hoy, te he amado con pasión y mis ojos lloraban porque tu amor era tan grande tan grande, que no resistía a mi corazón. Luego de un tiempo lo entendí y vengo a vivir mi vida contigo Sangrón.